sexta-feira, 11 de maio de 2007

e08 - Google Academico

1)
“Para pintar de verdad hay que sacudirse la civilización que llevamos encima y sacar al salvaje que tenemos dentro”. Este axioma, sostenido con tanta convicción por Paul Gauguin, no sólo marcó su vida y su obra sino que fue considerado por muchos como un modelo de virtud artística. Nada más equivocado.

Los días finales del artista en las Islas Marquesas, sus años de sufrimiento físico y moral en la Polinesia, sus padecimientos económicos y el estado de degradación en que vivió, no dieron crédito a aquella idea. En estos días se han cumplido cien años de su muerte, el 8 de mayo de 1903.

Había nacido en 1848. Poco después, mientras la familia viajaba rumbo a Perú, fallece su padre. Allí vive hasta 1854 junto con su madre, hija de la controvertida Flora Tristán. Luego vendrán diez años en un internado religioso (una suerte de seminario menor regenteado por un obispo, en Orléans) y otros seis como marinero embarcado en largas travesías por el mundo. De regreso en París, su tutor lo ubica en lo de Bertin, importante agente de Bolsa. Desarrolla una brillante carrera. Se casa con la danesa Mette Gaad con quien tiene cinco hijos. Lleva una confortable vida burguesa. Colecciona pintura y se vincula con los artistas de la época. Concurre a sus tertulias en el café Guerbois.

La atracción por el dibujo, primero, y por la pintura, después, lo carcome. Empieza a pintar en 1871 a escondidas de su mujer que teme por esa vocación que presiente fatal para su estilo de vida. En 1876 una obra suya es aceptada en el Salón. La crisis de la Bolsa en 1880 precipita su decisión de hacerse pintor profesional. Deja su trabajo en 1883. Luego de algunos intentos conciliadores que fracasan y de un viaje con su familia a las tierras de su mujer, abandona todo. Regresa a Francia. Nunca más verá a sus hijos y sólo mantendrá después una esporádica relación epistolar con Mette, que penosamente sobrevive con los hijos dando clases de francés en Copenhague.

Arrogante, egoísta, pendenciero, deambula por la Bretagne y vivirá un breve tiempo con van Gogh en Arles (se recuerda su pelea y el episodio de la oreja cortada del “holandés loco”, como Gauguin llamaba a su amigo). Camille Pissarro, verdadero líder de los impresionistas, lo había introducido en la pintura del paisaje.

Su desasosiego es constante. No se soporta a sí mismo y en 1889 malvende sus cuadros en un remate en el Hotel Druot tratando de juntar algo de dinero para irse a Tahití. Regresa a París durante un año y medio entre 1893 y 1895. Allí concluye su Noa Noa, el libro de la tierra fragante que lo inspira.

En sus últimos años, sometido a la miseria y la soledad, acosado por la sífilis y otros achaques, entre ellos la pérdida gradual de la visión, prácticamente no pinta. Sin embargo, ha dejado una obra de notable originalidad, en la que el rechazo del naturalismo se manifiesta en la simplificación de las formas, un nuevo concepto del espacio pictórico que abandona la perspectiva cúbica proveniente del Renacimiento, un sentido dominante de la expresión, por encima de la representación y el surgimiento premonitorio del inconsciente. De algún modo, fue un simbolista y un misterioso panteísmo sobrevuela algunas de sus pinturas.

Un libro reciente de Mario Vargas Llosa (El paraíso en la otra esquina, Ed. Alfaguara, Buenos Aires 2003) le rinde un tributo novelado a su biografía, alternándola con la de su abuela Flora Tristán. No forma parte de las mejores creaciones literarias del autor, pero revive imaginativamente la utopía, tanto del artista como de su predecesora.

Muchos criticaron a Gauguin por considerar que en la Polinesia siguió pintando como si viviera en París. La diferencia sólo estaba dada por los temas. ¿Será tan así? ¿Tuvo que arrancarse de su medio para lograr esa obra? El mismo Gauguin parece haber dado la respuesta al reconocer que “Soy un gran artista, y porque lo soy he tenido que apurar tanto sufrimiento”.
http://www.revistacriterio.com.ar/art_cuerpo.php?numero_id=24&articulo_id=492



2)
Este é um livro que está em formato PDF e não temos como transcrever na integra, mas é muito útil para pesquisa.
http://books.google.com/books?hl=pt-BR&lr=&id=yV3b3IUMWnYC&oi=fnd&pg=PA22&dq=%22Van+gogh%22+pinturas&ots=SLv8hxACfC&sig=PpLdijfsif_YaOrck7Hyu9Xzt-o#PPP1,M1




3)
"El Cristo amarillo. 1889.
Tanto este lienzo como el siguiente son representaciones de "Calvaires" que son crucifijos tallados, ubicados en las plazas públicas y en los cementerios en toda la Bretaña. En este caso Gauguin utiliza como base el crucifijo policromado de una capilla de Tremalo, cerca de Pont-Aven, el cual fue agrandado por Gauguin. La figura del Cristo amarillo crucificado domina la escena. Los contornos estaban totalmente simplificados, elimina todos los detalles excepto en lo que concierne a las figuras y sus rostros. Las bretonas arrodilladas están absortas en la contemplación. Como lo observó el propio autor "el escenario cromático era más importante que el geográfico". Es el Cristo más que una representación real una proyección simbólica. Cabe destacar el primitivismo del estilo y color amarillo dominante, lo cual sugiere la influencia de los retablos italianos "en pan de oro" de los siglos XIII y XIV. La obra debe la intensidad de su efecto a la combinación del efecto simbólico del Cristo del calvario bretón con la religiosidad de las bretonas y además con las asociaciones provenientes de la historia del arte.
La ciudad se encuentra esbozada en el plano posterior por detrás de las colinas. En el medio de la composición un hombre salta la valla para recordarnos que la vida sigue aún en presencia de la muerte. Ha sido considerado a este Cristo amarillo como el símbolo del sacrificio, de una muerte eterna que no afecta a la vida y no suministra consuelo al viviente y como símbolo tradicional de la mortalidad. Tanto en el Cristo amarillo como en el Segador de Vicent se hace uso de este símbolo de mortalidad, con "una paleta amarilla que trasmite el ciclo eterno de alegría y pena, vida y muerte" (13).
Aun cuando Gauguin no era un hombre religioso, escogió como temas preferidos, a la imagen del Cristo doliente y de la pietá, desarrollados en un estilo primitivo para demostrar que comprendía y respetaba la devoción del pueblo bretón.
El Cristo verde (Calvario Bretón) (1889). Óleo sobre lienzo. Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica, Bruselas. La miseria humana. El calvario."
http://www.scielo.org.ve/scielo.php?pid=S0367-47622006000300009&script=sci_arttext&tlng=es

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